Está como una niña con zapatos nuevos. Anoche, escribía esto en su muro de Facebook:
En la universidad, tuve la fortuna de tener al mejor profesor posible en «Técnicas de comentario de texto» (mi gratitud eterna, Manolo Gómez-Lara) y es tanto lo que se puede extraer de su mensaje que no sé si estaré a la altura:
Comienza con un sentimiento de gratitud con el que deberíamos empezar todos los docentes. Siempre lo digo: tenemos la profesión más bonita del mundo, y eso debería obligarnos a sentirnos agradecidos todos los días del año.
Como cada vez que empieza un reto nuevo (y de eso ella sabe bastante), lo hace con «ilusión», y esta palabra no sería tan importante si no fuera porque tiene una edad que roza la de la jubilación y ya me ha confesado varias veces que no quiere que llegue ese momento. Ilusión inexistente en esos «maestros» que, desde mediados de agosto, llenan de memes sus redes sociales sobre lo estresados que están porque las vacaciones de verano se les han hecho demasiado cortas.
El agradecimiento a la institución que la contrató es «políticamente correcto» pero inexacto porque (modestia aparte) ella fue contratada por méritos propios y porque todos sabemos que la confianza es algo que se pierde si nuestros resultados no son coherentes con los compromisos que asumimos.
El cariño de sus alumnos (que ella escribe con arroba para incluirlos y abrazarlos a todos) tampoco es gratuito. Mi madre recoge el cariño que siembra, siempre con una sonrisa radiante que estoy convencido que heredó de su familia circense cuando salía sonriendo todos los días a escena, independientemente de las lágrimas que estuviesen derramando por dentro. Además de con su respectiva arroba, «bienvenidos», «alumnos» y «todos» son palabras que pone en mayúsculas como cuando a mí me dice «MI HIJO» en su muro. Esta parte se comenta sola.
Un destello de autoestima (necesaria para todos los que cuidan mejor de los demás que de sí mismos) se asoma cuando comenta en qué medida se ha visto incrementado el número de alumnos en sus clases. Autoestima que ella ha querido transmitir el primer día de clase tras darles un sobre con un espejito dentro. Leyó que su HIJO lo hacía con sus adolescentes y no os podéis ni imaginar con los nervios que lo ha preparado todo para hacerles ver que lo más importante de lo que disponen no cabe en un costurero.
Mi madre (como buena modista) también es maestra en «hilos» conductores. Habla de «confeccionar sueños» y lo hilvana con su deseo de que amanezca y con su «noche de Reyes», que hila a su vez con el «regalo» que confiesa que son sus alumnos para ella. GRACIAS, MAESTRA. Por ser TÚ el REGALO. Y GRACIAS al universo porque, además, yo tengo la bendita suerte de que este modelo a seguir sea MI MADRE.
3 comments
¡Qué inspirador leer que ambos compartís la misma pasión por la enseñanza y que cada día la viven con entusiasmo. Aplaudo la admiración mutua y la conexión que tenéis.
Gracias por darle tanto amor a mi blog, MAESTRA.
Hola Joseetje!!!
Tu carrera como maestro ejemplar y excepcional va a dar un giro internacional porque este post sobre tu madre maravillosa y el espejito me ha inspirado para mi presentación de un proyecto social en el que participé como maestra en formación!
XXX
Charlotte