Llevo varias semanas intentando escribir algo menos divulgativo y más científico, pero (como dice mi amiga B.) «tengo un horario incompatible con la vida». Sin embargo, hoy me ha ocurrido una de esas anécdotas que despiertan en mí la necesidad de inmortalizarlas y he decidido comenzar una trilogía de artículos con ocurrencias mías que podrían haber resultado catastróficas, pero que terminaron con éxito. Esta, como os digo, es de hoy mismo:
La Jefa de Estudios me envía un WhatsApp con un «te necesito» y voy a su despacho. Allí me cuenta que hay que expulsar 29 días a un alumno por encararse a una profesora y quitarse la correa a medida que se acercaba a ella. Literal.
Llamo a su madre y lo primero que hace es cuestionar lo que le cuento y preguntarme qué ha hecho la profesora para provocar en su hijo esa reacción. Le pido que, por favor, no justifique nunca ese comportamiento y que venga a recoger a su hijo de inmediato. Cuando llega, la estoy esperando, y con un tono bastante altivo y desafiante me dice que va a denunciar al instituto porque «nos gusta mucho echar a los niños». Una de nuestras conserjes (maravillosas, por cierto) trae a su hijo, pero ella sigue más empeñada en recriminarme nuestra «poca paciencia», hasta el punto de que llego a preguntarle si a su hijo (que ya llevaba cinco minutos allí) no iba a decirle nada.
La madre, por más que insisto en la gravedad del comportamiento de su hijo (que «debe haberlo imitado de alguna película…»), insiste en que «ponemos partes por cualquier cosa». Yo le digo que no me conoce para afirmar eso y le pregunto si sabe cuántos partes he puesto yo en todo el año. Ella me dice que «a cada momento» y, cuando le digo que NINGUNO, me suelta: «Tú eres un falso».
Ahora viene la ocurrencia: me hago el hiperdolido, cojo un parte de amonestación y le digo:
– Señora, le voy a poner un parte a usted por insultarme.
Cojo un bolígrafo y empiezo a escribir delante de ella:
La madre de «fulanito de tal» me acaba de llamar falso en presencia de su hijo, menor de edad…
Entonces ella empieza a venirse abajo y me dice que es «su forma de hablar» (lo cual explica muchas cosas…) y me pide que «se lo quite». Yo le ruego que se retracte y que sea un ejemplo para su hijo, al que le digo:
– Hijo, mira a tu madre. Ha tenido que dejar su trabajo esta mañana para venir a por ti. Una madre tan luchadora y trabajadora como la tuya no se merece este disgusto que le estás dando, así que cambia por tu bien y cuida siempre de ella. Te voy a dar una mala noticia: No duran para siempre.
En ese momento, ella se emociona. Yo rompo el parte para que ella me vea, me pide disculpas y sale del instituto gritándole a su hijo y amenazándole con quitarle el móvil y no dejarle salir en un mes…
Fuego apagado.
4 comments
Maravilloso.
Eres único, por eso te necesito.
Hijo como me gustaría qué fueras padre….
Como Psicólogo eres único y como padre serías el mejor
Aunque es mucho más difícil ser padres o madres qué psicólogo y profesor de ingles y encima no hay ni un solo curso donde te enseñen a ser padres ….
Pero es el mejor título que te da la vida
Te quiero hijo
Ha sido una doble lección. Para el estudiante y para su madre. Tremendo, eso sí, que en la cabeza de esa madre cupiese una posible justificación para el gesto de su hijo. Pero bueno. Bien está lo que bien acaba.