No hay nada más normal que ser diferente.
A menudo, observo en las programaciones «didácticas» que corrijo una clara desatención a la diversidad. Parece como si nuestros alumnos fuesen a alterar su conducta de manera automática solo por hacer algo que le conviene al maestro. Por eso, siempre es interesante conocer qué le pasa al niño y ver cómo repercute en su comportamiento. Sin poner etiquetas. TODOS son diferentes. Incluso dos alumnos con el mismo trastorno deben ser tenidos en cuenta por separado y, por ende, las medidas a tomar con ellos no deberían ser las mismas.
Una vez, tuve a una madre que se lamentaba de tener dos hijos tan diferentes a pesar de haberles dado la misma educación a los dos. La clave estaba en eso: les había dado lo mismo a los dos cuando, en realidad, cada uno necesitaba algo distinto.
Cuando describas el grupo para el que has programado, no lo llenes de alumnos «perfectos». La gente perfecta es muy aburrida y, además, no existe. Tampoco se trata de que metas en tu clase a tanta diversidad que al final parezca Primero de ONG, en lugar de Primero B. No puede ser que en tu clase haya un niño dentro del espectro autista, otro con déficit de atención e hiperactividad, uno sordo y otro ciego, y que el Jefe de Estudios no esté en la cárcel todavía. Tu clase no debe tener todos los problemas conocidos por la humanidad. No te darán más puntos por eso. Te los darán si, dentro de la diversidad que tú mismo has creado, das respuesta a todos y cada uno de ellos.
Cuando vayas a describir la atención que recibirán tus alumnos, desmonta la idea y el uso de los programas como recetas que pueden ser utilizadas con todos los escolares en las mismas condiciones y con las mismas expectativas de éxito. Habla, eso sí, de intervención universal, la cual requiere la implicación de toda la comunidad educativa y de todos los contextos en los que el alumnado participa, para poder favorecer así que todos aúnen sus esfuerzos en una misma dirección. La familia, pues, debe ser vista no como meros receptores de medidas e informaciones, sino como agentes activos en las propuestas que se desarrollen.
En cuanto a los alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE), nunca los veas como un problema. Es mucho más motivador (para las dos partes) verlos como una oportunidad para hacerles sentir una parte importante y querida dentro del grupo, en primer lugar, y para crecer como docente, en segundo. Aquí también es conveniente que el maestro se documente sobre este tipo de alumnado y, si es necesario, que haga cursos especializados. No existen «medidas comodín», pero sí puedes empezar por buscar el foco de interés de esos alumnos y tendrás gran parte del camino recorrido.
Y, por supuesto, los niños que no destacan ni por arriba ni por abajo también merecen una atención especial. Siempre suelo decir que ningún maestro reparó en mí y en las necesidades que yo tuviera. Yo era un alumno bueno, calladito y con sus tareas inmaculadamente hechas. Esos alumnos parecen ir solos y da igual si necesitan ayuda emocional o si el Teatro puede ser la herramienta que necesitan para vencer su timidez, por ejemplo. Dicho (o escrito) sea de paso, ningún maestro de Lengua hizo Teatro con nosotros ni en clase ni fuera de ella…
Para facilitar tu organización, puedes crear tres bancos de tareas (cada uno con un nombre relacionado con el hilo conductor): uno para las tareas de refuerzo, otro para las de profundización y otro para las adaptadas a las necesidades educativas que presente el alumnado del grupo. El reto está en controlar que todo lo que apliques suceda simultáneamente. Esto lo digo por esas actividades que, para realizarlas, le llevaría a un alumno toda la mañana, mientras que otras las terminarían en un periquete y ya estaría el pollo montado. Y cuidado porque hay (muchas) veces en las que las tareas propuestas limitan en lugar de ampliar posibilidades.
De la misma manera que no tiene sentido creer que el guerrero que se viste con la piel de un león adquiere su fuerza y su destreza, una serie de tareas más o menos adecuadas a lo que el niño necesita no cambiará al niño, pero sí su motivación ante nuevos retos y su autoestima como pieza indispensable del puzle que entre todos formamos.
Comment
Me ha encantado.