Abordar las diferentes aproximaciones metodológicas que han intentado explicar el proceder en el aula excede los objetivos de este blog.
Cuando les pregunto a mis opositores qué autores, enfoques, métodos, etc. siguen, casi siempre obtengo la misma respuesta: “No lo sé”. La única solución que veo a este problema es estudiar a todos aquellos que han contribuido a las diferentes formas de enseñar a lo largo de la historia. Es imposible que sepas qué metodología es la más cercana a la tuya si nunca has leído ensayos en libros de divulgación o artículos en revistas de pedagogía. Y cuidado con abusar de la vocación aquí. Un maestro es vocación, pero también permanente formación.
Una vez que te hayas formado (si es que ese proceso acaba algún día), conviene no avasallar al lector de tus programaciones didácticas con parrafadas. Di qué vas a hacer y cómo vas a hacerlo, sin necesidad de una larga explicación sobre la increíble fuerza del aprendizaje cooperativo (por ejemplo). La programación debe ser eminentemente práctica, no teórica. Asegúrate, eso sí, de que el enfoque sea interdisciplinar, integrador y holístico.
En la prueba oral, evita ser presuntuoso, pues no sería la primera vez que alguien parece que está aleccionando a los miembros del tribunal y diciéndoles cómo deberían dar ellos clase. Tampoco te escondas detrás de tu propia metodología. Después de que una alumna expusiera su apartado de metodología en clase, me acerqué a ella y empecé a ponerle cosas por encima: abrigos de sus compañeros, bufandas, bolsos, algún sombrero… A continuación, les pregunté a esos mismos compañeros si veían a la maestra que había debajo de todo aquello. De modo que no te escondas y expón tus fortalezas y, si no sabes cuáles son y tienes alumnos, atrévete a ponerte de espaldas y que sean ellos los que las resalten.
¿Cuál es la mejor metodología entonces? La mejor (que variará dependiendo del año) es una mezcla (que no un batiburrillo) de todas las metodologías que conozcas y en las que creas, con un aporte personal que solo tú sabes y debes darle. Sobre todo, ten paciencia. No eres peor maestro si vas cambiando de metodología según las circunstancias. De hecho, eso sería lo ideal. Ese es nuestro reto diario y es lo que hace que nuestro trabajo nunca deje de ser emocionante.
Cuando expuse mi metodología en mis oposiciones, dije que se llamaba “my grandmother’s stew” (aquí oí a alguien del tribunal que le decía a otro: “el puchero de mi abuela”). «Mi abuela tiene clara la receta que quiere hacer (objetivos) y, para ello, compra los ingredientes (contenidos) en el mismo mercado donde los he comprado yo (contexto). Empezamos a elaborar el plato siguiendo las mismas pautas, cantidades y temporización, y cuando probamos ambos cocidos… ¡El de ella está infinitamente mejor que el mío! Eso es gracias a su metodología. Incluso, ella ha ido probando el puchero a medida que lo iba haciendo porque sabe que vendrán a comer mi abuelo, que es hipertenso, y mi prima, que es celíaca. Eso se llama atención a la diversidad, y en eso también me ganó».
2 comments
ufff…el puchero, me ha sorprendido. Menuda idea! maravilloso, gracias
Al final, seguro que le has hecho justicia a tu abuela a tu manera con tu propio “puchero”❤️