Ser tutor me apasiona. Reconozco que es un trabajo muy duro y poco reconocido, pero también uno de los más gratificantes que un docente puede experimentar.
Desde que me asignaron esta labor por primera vez, he tenido la suerte de contar con madres (aquí el género neutro no tendría ningún sentido) que me han ayudado, más de lo que ellas creen, a desempeñarla de la mejor manera posible.
Recuerdo a una madre en mi primer instituto que me regaló un artículo de prensa titulado «Tutores de resiliencia». Ese día aprendí lo que significaba ese término y lo que los tutores podíamos llegar a significar en la vida de nuestro alumnado.
Una madre muy querida (que, prácticamente, me daba las tutorías ella a mí) me puso los pies en el suelo con un «tú trabajas con lo que te dan». Yo y mi empeño de querer «salvar» a todo el mundo le llevó a sentenciar: «Para, porque cuando te ocurra algo a ti no va a venir Superman a rescatarte».
El aprendizaje diario que conlleva ser tutor me condujo a estudiar la carrera de Psicología. Fue una época difícil a la par que bonita, en la que exprimía cada asignatura para intentar encontrar una aplicación directa en el trato a mis alumnos y sus madres. Incluso en Estadística aprendí cómo puede sentirse el alumno que lee en la pizarra algo que está escrito en un código incomprensible para él… La carrera, dicho sea de paso, me dio más madurez que varitas mágicas. Tampoco pretendo yo aquí dar ninguna, pero sí quisiera compartir tres «experimentos» que (hasta ahora) nunca me han explotado en la cara:
- Una madre debe entrar en una tutoría tranquila. Para eso, suelo poner un cartel como el que aparece en la imagen destacada de este artículo en la puerta del aula donde voy a recibirla. Cuando una madre viene es porque tiene un problema y las escopetas deben entrar cargadas de un sonrisa. Si sale del burladero tan rápido que no ha visto el cartel, conviene advertirle de que se vuelva y arranque un papelito antes de recibirla a portagayola.
- Durante la tutoría, una madre debe estar tranquila. Yo la siento a mi lado (no me gusta verla desde la barrera en la que suele convertirse una mesa de despacho), la miro a los ojos y le doy las gracias por colaborar conmigo. Los hijos vienen sin libro de instrucciones y, mientras la adolescencia «se cura», el hecho de dejarse echar un capote es algo muy loable y así debemos hacérselo ver.
- Una madre debe salir de una tutoría tranquila. Es evidente que no vamos a solucionar su problema de una estocada, pero sí podemos conseguir que se vaya con la convicción de que queremos ayudarla, con medidas concretas y con la mayor celeridad posible (con todos mis respetos a «vamos a hacerle un test y ya veremos cómo sale la faena»).
5 comments
Me encanta,esto me será útil cuando sea padre y entro en una tutoría.
Hijo siempre y tú lo sabes me ha encantado y valorado al tutor porque nadie mejor para ayudar a entender cualquier cosa referente a tu hijo, es la persona que ayuda a los padres y al alumno a seguir el camino difícil de la vida…
Para ti necesité a Chano que me aconsejó te mandara Londres para tu primer contacto con lo que sería tu carrera y de la que hoy te sientes cada día mas orgulloso y para tu hermano un papel muy importante para lo que es hoy se lo debemos a Mari Carmen Ojeda su tutora que él empezó bachillerato de letras y junto a José Orihuela conseguimos se cambiara a Ciencias y hoy es Doctor en Químicas así que GRACIAS a todos los tutores por la labor que desarrollais y a SEGUIR NADANDO por vuestros alumnos.
Nunca me interesó demasiado la docencia hasta que descubrí las tutorías . Hay quien se mete a esto por las vacaciones y la paga, yo en cambio soy más de tu estilo y estoy deseando que llegue septiembre para conocer a mi alumnado y poner en práctica lo muchísimo que aprendo de ti, maestro ?
Verdades como puños y yo lo estoy comprobando este año. Cada madre necesita ver que te ocupas y te preocupas por su hijo/a como si fuera tuyo y aunque es difícil llegar a todos por igual el sólo hecho de ver que haces lo imposible ya les da la tranquilidad que buscan. Eres único! ?
Gracias maestro por tan sabios consejos. Yo nunca he sido tutora, pero al verte, mi corazón me dice que me encantaría serlo e intentar transmitir esa tranquilidad tan necesaria. Lo que también me encanta de ti como tutor es que llamas a las madres para hablarles de las cosas buenas de sus hijos, cosa que a menudo suele ser al contrario. Vales oro.