La semana pasada recibí por Facebook una petición de amistad de mi preparador de oposiciones. Sentí la misma alegría que encogimiento por no haber sido yo el que lo hubiese buscado primero. Él no fue solo alguien que se limitaba a explicar los temas en clase y del que no volvías a saber nada hasta el sábado siguiente. Él siempre estaba pendiente del correo y nunca contestaba nuestras dudas sin añadir unas palabras de aliento. Un mes antes de la fecha del examen, le comenté que “hasta ahí había llegado”. Mis estudios de Doctorado y mi trabajo en una Escuela Municipal de Idiomas no me permitían seguir avanzando y prefería afianzar a acumular materia. Él debió verme como aquel púgil que le suplica a su entrenador que, por favor, tire la toalla y, en un café inolvidable, me animó a que lo intentara fuese como fuese. El resultado ya lo conocéis.
Este maravilloso reencuentro ha hecho que reflexione sobre la verdadera (y difícil) labor de un preparador de oposiciones:
Si bien es cierto que a un preparador se le presupone un alto conocimiento académico en su materia y en la legislación vigente, para mí esto no es lo más importante. Un preparador debe acompañar al opositor: para que adquiera conocimientos, sí, pero también para que sienta que puede hacerlo. El mes pasado, almorcé con una alumna antes de entrar en clase. Pasaba por un momento personal duro y, sin saber gestionar eso primero, difícilmente podría adquirir algo de lo que yo pudiera enseñarle (los problemas, de uno en uno y con una sonrisa).
Un preparador, además, debe facilitar el proceso al opositor: de nada sirve proporcionar mucha bibliografía o prácticas de aquí y de allá si no le ayudamos a organizarse y a ver esta montaña rusa de sentimientos como una oportunidad para reciclarse y, por qué no, de divertirse mientras aprende y conoce a nuevos e inseparables compañeros.
Y, por último, un preparador debe ser fuerte. Es mucho el trabajo y la confianza que depositan en nosotros y esa responsabilidad debe ser devuelta en forma de serenidad, eficiencia y mucho cariño. A medida que se va acercando nuestro particular “Día D”, yo también me voy poniendo más nervioso. Por eso me gusta empezar la preparación con una nariz de payaso, para que desde el primer momento sea yo el que “haga el ridículo”, y pidiéndoles perdón, por si mi exigencia a veces no se manifiesta con las formas que debería.
No me gustaría terminar este artículo sin dedicárselo a todos los nadadores a los que serví de faro en esta dura travesía y que son ahora los que siempre llevarán a sus alumnos a buen puerto. Manguitos fuera. Seguid nadando.
5 comments
Como ya te comenté la última vez que hablamos, te agradezco las amables palabras que me dedicas pero insisto que aquí quien tuvo el mérito fuiste tú.
En cualquier caso, algo que también cabría mencionar sobre un preparador de opositores es la inmensa alegría y satisfacción que siente cuando uno de sus mejores aspirantes logra lo que en justicia le corresponde, habiendo sido capaz de sobreponerse a sus dudas de última hora.
Muchas gracias por haber sido uno de los motivos para darle sentido a una actividad tan exigente y agotadora como la preparación .
Un abrazo.
Hijo sé que el recibir en pocos días noticias y mantener conversación después de tantos años con dos de las personas que más te ayudaron a conseguir tu meta,te ha encantado y yo le quiero dar las gracias a Chano y a José Ramón por ser tu impulso para empezar y seguir NADANDO.
Hace unos días cumplí 30 años. Ese día fue un poco triste para mí por tener a tanta gente lejos, pero mi preparador me puso un audio que me hizo llorar de emoción y me dijo: <> y juro que me fui a repasar el tema que me tocaba ese día más feliz que nadie. Lo que todo preparador debe tener está reflejado en tu forma de ser. Nunca me he considerado maestra por falta de experiencia e inseguridades varias, pero juro que desde que me dijo MAESTRA algo cambió en mi corazón. ¿Necesito decir que le quiero?
Me dijo que no quería verme el año que viene y que estudiara, el mensaje se ha omitido en el comentario anterior al poner <<
Querido maestro: no sabes lo que ha cambiado en mí la perspectiva de la oposición, y lo más importante, mi visión sobre la enseñanza. Has hecho que me atreva a hacer cosas que antes me veía incapaz de hacer. Sabes, y si no te lo digo yo, que vas a ser una persona importante en mi vida y en la de todos los que me rodean, de verdad. De hecho, ya lo eres. Gracias por aportarme tantas cosas y por confiar en mí, y por estar cuando entra la duda, el bajón, el cansancio… Siempre animándome a superarme cada día. Me llevo gente buenísima de ese grupo maravilloso que tenemos. Gracias, gracias y gracias.