La palabra pandemia proviene del griego πανδημία: de παν, pan («todo») y δήμος, demos («pueblo»). Así, esta palabra significa ‘conjunto del pueblo’, por lo que nada en su origen hace pensar que se refiera solo a un suceso donde una enfermedad infecciosa afecte a la población de un área extensa.
Según datos extraídos de una encuesta realizada por el sindicato CSIF (enero de 2021), «9 de cada 10 docentes consideran que su esfuerzo ante las dificultades por la pandemia del coronavirus no está siendo suficientemente reconocido».
Sin embargo, la situación sociosanitaria actual no es la primera pandemia que sufrimos los docentes. El «conjunto del pueblo» lleva años sin darnos el valor que merecemos. Y no digo que tengamos más que nadie, pero sí el que nos hemos ganado. No, «conjunto del pueblo»: no somos todos iguales. Ni vivimos tan bien por tener las vacaciones (merecidas) que tenemos.
A un docente se le exige unas competencias que nadie le ha enseñado a tener: tenemos que ser pedagogos, psicólogos evolutivos, coaches, periodistas, policías y, últimamente, hasta enfermeros. Y pasamos por el aro. Aunque nos lo prendan fuego, lo atravesamos con tal de llegar a nuestros alumnos. Y el «conjunto del pueblo» nos sigue juzgando como si nuestra jornada terminara cuando los niños se van a casa. Como si no tuviésemos que reciclarnos por el hecho de haber aprobado unas oposiciones (algo que es público y a lo que invito a participar a todo aquel que crea que es tan fácil).
Este curso, además, nos encontramos con el «conjunto del pueblo» criticando que no aceptemos una ley (la «LOLAILO», según Carlos Herrera) en la que no hemos participado y que también nos acabaremos tragando, que haga frío en las aulas pero que, a la vez, no se estén respetando las medidas COVID, y que no se tenga con los alumnos la paciencia que ni sus padres saben tener con ellos.
Los docentes nos acostumbramos a todo. Quizás, esa sea nuestra mayor pandemia.
6 comments
Maravilloso. No se puede escribir más claro!
Si una imagen vale más que mil palabras, esta vale un millón. Entrada breve pero concisa, no se puede explicar mejor ese hartazgo en tan pocas palabras. Me parte el corazón por un lado solo de ver la foto, pero me queda el consuelo (agridulce, de saberte sufridor) de que NADA impedirá que sigas desempeñando tu hérculea labor lo mejor que sepas. Pero sigue sin ser justo. Dejemos de romantizar la esclavitud.
Así es, compañero!!!
Y todo lo hacemos para formar a los jóvenes, que serán mecánicos, peluqueros, electricistas, matemáticos, filólogos..,..Lo damos todo y todo se nos devuelve cuando después de un tiempo vienen a visitarnos para contarnos sus logros. Espero que la pandemia nos permita sacar lo mejor de cada uno de nosotros.
Me encanta. Tan claro, conciso y directo como siempre. La verdad es que prefiero pensar que nuestro sentido de la responsabilidad para con nuestr@s alumn@s puede con todo, incluso nos puede más que saber que estamos expuestos constantemente al virus de las críticas por querer hacer bien nuestro trabajo, que tanto nos está costando en estos momentos. Después de todo esto saldremos reforzados en todos los sentidos. Mucho ánimo y valor para los tiempos que vivimos y viviremos estos meses. Un fuerte beso, maestro.
Si estamos en lo corto y conciso: «Todo sea por ellos/as».
¡¡Gracias amigo!!!
Esta genial el articulo. Reciba un cordial saludo.