Si os digo la verdad, no creo que la prueba de conocimientos específicos de la que os hablaba en mi artículo anterior pueda distinguir a un verdadero MAESTRO del que no lo es.
Una vez superada esa prueba, se pasa a la de aptitud pedagógica (comúnmente conocida como «el oral»), cuya primera parte consiste en la defensa ante un tribunal de una programación didáctica en un máximo de 30 minutos. Para la creación de la misma, recomiendo la lectura de mis entradas Programar y otras pamplinas y El hilo conductor. Sin embargo, independientemente de cómo la elabores, lo esencial es cómo la vendas.
Procura, sin salirte de las bases establecidas, entregar una programación atractiva que provoque el interés del lector (como esa revista que no pasa desapercibida en un kiosco). Antes de la exposición, tendrás una hora de «encerrona» en la que lo principal que debes hacer es relajarte y felicitarte por haber llegado hasta allí. Por fin tienes la oportunidad de enseñar el MAESTRO que hay en ti.
Tú eres tu propia carta de presentación. Tu entrada no debe ser caótica ni empezar con un “buenos días, me llamo…”. Mi propuesta, como no puede ser de otra forma, es que seas original. Dales una buena excusa desde el principio para que te sigan escuchando. Si tu programación es de Educación Física, puedes empezar con un “preparados, listos, ya”, y si te va algo más sentimental, puedes decir algo similar a lo que dijo una alumna de la especialidad de Música, que empezaba así: “Un día, una niña de nueve años visitó Disneyland París. Para ella, esta visita supuso un descubrimiento a nivel sensorial: nuevos olores, nuevos sabores y nuevas melodías. Esa niña está frente a ustedes y quiere invitarles a su particular parque de atracciones musical”.
Me consta que seguirás viendo cosas que podrías mejorar hasta última hora. Yo mismo nunca habría publicado mi novela si no la mando a imprimir un día. El momento para (pre)ocuparte de los puntos débiles de tu programación ya ha pasado. Ahora tienes que venderla y no hay lugar para las dudas.
Es fundamental que no «vomites» el texto. Cuidado con la velocidad porque no sería la primera vez que un radar salta varias veces durante una exposición. No se trata de ir reproduciendo como un lorito el resumen que hayas hecho. Dale naturalidad (incluso a lo que sea difícil de explicar) y deja espacio a la improvisación si es necesario. Evita las muletillas. Puede que tú no las notes, pero es bastante molesto escuchar a alguien que repite “¿ok?” o “bueno” constantemente (¿vale?).
Ten en cuenta que tu cuerpo también habla. No te preocupes por estar nervioso. Eso solo puede significar dos cosas: que te preocupa lo que estás haciendo y que estás vivo. Intenta controlarlos (sobre todo los dos primeros minutos, que será únicamente cuando seas consciente de que los tienes). La entonación, el ritmo… todos los elementos no verbales también hablan (según los estudios, incluso más que los verbales). Cuídalos y deja espacio para la respiración. Recuerda salir vivo de este trance. Tú eres mucho más que una oposición.
Haz un buen uso de la pizarra. La pizarra es un reflejo de lo que tú eres. No vale con imaginar lo que dices: además, hay que verlo. Normalmente, en la convocatoria te especificarán que no puedes hacer uso de ningún tipo de material, así que debes sacarle el máximo partido posible a este. Ve exponiendo de tal manera que se vaya desvelando un dibujo, por ejemplo. Vienen a mi memoria exposiciones en las que una de mis alumnas dibujaba un teléfono móvil e iba desarrollando cada apartado como si fuera la pantalla de inicio del mismo, o en las que otro candidato escribía los títulos de los apartados sin ton ni son (aparentemente) hasta que, al final, los unía todos mediante rayas que conformaban las cruces de la bandera del Reino Unido.
¿Y todo esto a la vez? Sí. Al principio te parecerá igual de difícil que cuando cogiste un coche por primera vez, pero te aseguro que al final lo arrancas. Lo malo es que aquí no van a ver lo pésimo que eras como conductor al principio y lo mucho que has evolucionado. En ese momento solo verán el resultado final. En mi caso, tengo un consejo que suele ser infalible: expón y exponte. No sería una mala idea que te grabaras para ver esos detalles con los que tú debes ser más crítico que nadie.
Es cierto que el talento va por otra parte. Hay personas que harían interesante hasta la retransmisión de una carrera de caracoles, de la misma manera que hay gente que es carne de whatsapp entre los miembros aburridos del tribunal.
Así que expón con convicción, pero sin prepotencia. Ten confianza en ti mismo y en lo que estás defendiendo (que en nuestra profesión es lo mismo). Hay veces en las que lo que dice un actor y su voz interior no coinciden. Se ve que está forzado, así que ni sobreactúes ni «sobrenseñes». No le digas al tribunal cómo deberían dar ellos clase. Cuéntales cómo las das/darías tú.
Estoy convencido de que un vendedor de enciclopedias (especie en peligro de extinción) no se lee cada cosa que vende. Es su seguridad la que atrae al cliente y lo que hace que finalmente accedamos a comprarla (y el “regalo” que nos hace, todo hay que decirlo). Así pues, hazle un regalo a tu tribunal. Y no me refiero a algo físico, sino a algo que haga tu programación realmente atractiva y no haya más remedio que “comprártela”. Yo llamo a esto “el platillazo final”. No tiene sentido ir redoblando durante toda la programación a base de sensibilidad y ejemplos realmente prácticos y luego terminar con un “y esto es todo. Gracias por su atención”. Mi propuesta es que cierres retomando una idea que se dijese en la justificación. Así, si se empezó citando a Antoine de Saint-Exupéry, podemos terminar diciendo: “Y todo lo aquí expuesto es superficial pues, como dijimos al principio de esta exposición, lo esencial es invisible a los ojos”. Este cierre fue aún más emocionante el día que lo usó una de mis alumnas porque apostilló: «Se lo digo yo, que soy ciega».
Todos estos consejos son aplicables a la segunda parte de la prueba: la defensa de una unidad didáctica de tres extraídas al azar (también en un máximo de 30 minutos, pero con la ayuda de un guion y de materiales no curriculares si lo ves necesario).
En mi caso, yo expuse una unidad llamada “Like, share, comment”, términos claramente relacionados con Facebook y todo lo que el uso de esta red social conlleva. Al final de mi exposición apuntillé (lo expreso aquí en español para su mayor comprensión): “Y este es el final. O puede que solo sea el principio. Espero que les haya gustado (like). Tanto si es así o como si no, por favor, compártanlo (share) conmigo y comenten (comment) cualquier cosa que necesiten. Se cierra la sesión”.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE (DE DOS)
3 comments
Pues leyéndote me viene anla memoria mi experiencia, mi armarme de valor y cubrirme con mi disfraz de vencedora. Ese día en el que me tocó exponer el tema y responder anlas preguntas del tribunal saqué de lo más profundo de mi ser toda la fuerza que el universo había depositado en este cuerpo, en ese espacio de tiempo concentré toda mi energía, sabía qué quería y que tenía que ser ya, era mi tercera vez y tenía que ser la definitiva. Afortunadamente la valoración por parte del tribunal fue bestial, número 1 y felicitación incluida, eso nunca lo olvidaré y siempre lo llevaré como bandera.
Esto demuestra que todo sueño puede convertirse en realidad, el mío es ahora mi vida.
No puedo explicar lo que siento imaginándome en una situación similar a la que expones. Se me erizan los bellos. Gracias por toda la ayuda que nos brindas, sobre todo en el factor motivacional. Tus palabras despiertan emociones inexplicables, y haces que aflore la imaginación más de lo que jamás me ha provocado nadie. Gracias a lo que fuese que provocó el conocerte como preparador.
Muchísimas gracias por tus aportaciones, son muy interesantes y creo que puede ayudar a mucha gente! Muchas gracias maestro!