Decía Montesquieu (1689-1755) que “una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. El comienzo del curso escolar 2020-2021 se ha visto envuelto en varias polémicas, entre las que destaca la aprobación (sin consenso, como estamos habituados a ver) del Real Decreto-ley 31/2020, de 29 de septiembre, por el que se adoptan medidas urgentes en el ámbito de la educación no universitaria.
Entre sus artículos resaltaría el número 2, para la “exención temporal del requisito de formación pedagógica y didáctica de posgrado, o equivalente, (…) para la atención docente” y los números 5 y 6, para la adopción de nuevos “criterios de evaluación y promoción en Educación Primaria, ESO y Bachillerato” y “criterios para la titulación en la ESO y en Bachillerato”, respectivamente.
Cuando llegué a la Enseñanza Pública allá en el 2006 me gané el apodo de “Niño LOGSE” tras ver cómo algunos de mis compañeros proferían improperios contra el sistema, mientras yo solo hacía defender al alumnado por encima de las siglas del (impuesto) marco legislativo. Entendía que muchos tuvieran más experiencia que yo y estuviesen en condiciones de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque yo seguía nadando, respetando la ley, pero nunca permitiéndole que condicionase mi forma de educar a mis alumnos. El inspector que impartió el curso de funcionarios en prácticas de aquel año (que coincidió ser mi profesor de filosofía en mis años de bachiller) me lo grabó a fuego: “Aquí tenéis la legislación, pero esta no servirá para nada si cuando lleguéis a un instituto no hay entendimiento humano”.
Hoy debo ser yo el docente cascarrabias que no ve con buenos ojos que no se exija una formación pedagógica y didáctica para entrar en un aula (por mínimo que sea el aprendizaje en un máster que para muchos se ha convertido en un mero trámite para el acceso al cuerpo de profesores), ni el hecho de que se haya tirado por los suelos la cultura del esfuerzo y del placer de obtener algo por méritos propios.
Una vez les pregunté a mis alumnos por qué estaban preparándose unas oposiciones y una chica (tan auténtica como ingenua) me contestó: “para cambiar el sistema”. Es solo una prueba más de cómo se ha llegado a pensar en otros asuntos antes que en el más importante: nuestros niños y adolescentes. Porque no, esta ley (hecha, quiero creer, con la misma buena voluntad como ignorancia) tampoco nos/los beneficia.
Cuando hagas una programación didáctica es necesario señalar la legislación que has seguido para la elaboración del documento (por tediosa que sea). Pero no te preocupes en exceso por el sistema. Preocúpate por tus alumnos. La ley está para respetarla pero al final, independientemente del tinte político de turno, todos hacemos lo que podemos…